
El Father se despidió de lo que denomina “un veneno” con el que enfermó a su pueblo por años: el reguetón.
Héctor Delgado presentó el sábado en la noche su concierto “El Juicio Final” en el Coliseo de Puerto Rico en Hato Rey, en un evento que sirvió de barómetro para medir la aceptación de su público a su conversión al Evangelio. El resultado fue que tan sólo alrededor de 6,000 personas, (según Waldo Díaz, relacionista de “El Father”), se presentaron al evento del artista y empresario que por 15 años parecía la gallina de los huevos de oro del género, rompiendo récords de ventas en la taquilla de sus presentaciones y de sus discos.
Tan vacío estaba el lugar que cerraron los niveles superiores del Choliseo y reubicaron a las personas que allí estaban a niveles inferiores, según una empleada del lugar, que prefirió mantenerse en el anonimato, a lo que añadió que el espectáculo (en términos de venta) “fue un fracaso”. Fue un auditorio reducido, pero efusivo. El concierto, que se supone iniciara a las 8:30 de la noche, comenzó una hora más tarde de lo anunciado.
Entró al proscenio un hombre vestido con un traje negro formal y corbata amarilla. Héctor se caracterizó en el pasado por lucir ostentosas prendas y ropa holgada e informal, típica de los juveniles estilos urbanos. La única pieza de su pinta reguetonera que sobrevivió fueron sus gafas Dolce & Gabanna.
Plegarias, testimonios y reflexiones dieron al concierto la total apariencia de un culto religioso. En los intermedios de su presentación, el artista mostró vídeos en las tres pantallas del lugar, en las que se mostraban desgarradoras imágenes de destrucción social y moral: masacres, asesinatos, redadas, fenómenos atmosféricos y hambrunas.
Héctor Delgado presentó el sábado en la noche su concierto “El Juicio Final” en el Coliseo de Puerto Rico en Hato Rey, en un evento que sirvió de barómetro para medir la aceptación de su público a su conversión al Evangelio. El resultado fue que tan sólo alrededor de 6,000 personas, (según Waldo Díaz, relacionista de “El Father”), se presentaron al evento del artista y empresario que por 15 años parecía la gallina de los huevos de oro del género, rompiendo récords de ventas en la taquilla de sus presentaciones y de sus discos.
Tan vacío estaba el lugar que cerraron los niveles superiores del Choliseo y reubicaron a las personas que allí estaban a niveles inferiores, según una empleada del lugar, que prefirió mantenerse en el anonimato, a lo que añadió que el espectáculo (en términos de venta) “fue un fracaso”. Fue un auditorio reducido, pero efusivo. El concierto, que se supone iniciara a las 8:30 de la noche, comenzó una hora más tarde de lo anunciado.
Entró al proscenio un hombre vestido con un traje negro formal y corbata amarilla. Héctor se caracterizó en el pasado por lucir ostentosas prendas y ropa holgada e informal, típica de los juveniles estilos urbanos. La única pieza de su pinta reguetonera que sobrevivió fueron sus gafas Dolce & Gabanna.
Plegarias, testimonios y reflexiones dieron al concierto la total apariencia de un culto religioso. En los intermedios de su presentación, el artista mostró vídeos en las tres pantallas del lugar, en las que se mostraban desgarradoras imágenes de destrucción social y moral: masacres, asesinatos, redadas, fenómenos atmosféricos y hambrunas.